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La destrucción de la democracia

 

Si señores, tal cual lo leen. Es asombroso el nivel de destrucción al que se ha sometido la democracia española en particular, aunque sospecho que el fenómeno no es exclusivo nuestro, sino de todo el orbe occidental.

La democracia no es otra cosa que aquel sistema en el cual el respeto a las minorías se conjuga dentro de los intereses de la mayoría. La manida expresión que uds verán y oirán por ahí de que la democracia es el 50%+1 no lo es, al igual que tampoco la de elevar los intereses minoritarios, amparándose en la corrección de una supuesta discriminación o desventaja

Para conseguir lo anterior, lo esencial es el respeto a la propiedad privada, tanto individual como patrimonial; el Estado de derecho, garantizando la seguridad jurídica; y unas instituciones fuertes y comprometidas con el servicio a lo público. De esta forma cualquier ciudadano, aún formando parte del grupo minoritario, consigue que a) no se le prive de libertad o se le expropien sus bienes b) esté en todo momento amparado por la ley, y por tanto a salvo de posibles abusos de la mayoría c) las Instituciones le ampararán para hacer efectivo lo anterior, porque estas representan y salvaguardan el interés y justicia colectivas, no los intereses grupales.

Pues bien, creo que no hay que escarbar mucho para darse cuenta que ni una sola de estas condiciones se está cumpliendo. Con el actual estado de cosas, que no son en absoluto justificables con la situación de pandemia, observamos que a) cualquier ciudadano no tiene garantizada su libertad personal y patrimonial, sino que se encuentra cercenada, al capricho del Estado y de intereses de toda índole. No es más que un juguete al designio de otros; b) El Estado de derecho no está funcionando. Vivimos en un estado de excepción en toda regla, porque el de alarma no prevé semejante cercenación de derechos, sin la necesaria intervención del Congreso, que es el realmente depositario de la soberanía popular y c) las Instituciones no están funcionando. Y de esto hace ya tiempo, la pandemia sólo ha favorecido la visualización. Desde el vergonzoso incremento de la deuda pública producido durante el gobierno de Rajoy, pasando por el mantenimiento de la estructura clientelar mientras se recortaban servicios imprescindibles para que la clase media pudiera arrancar y producir riqueza; la ominosa tomadura de pelo que supuso la sentencia del procés, que es una bofetada en toda regla para cualquier estudioso del derecho; hasta el ahora estado de excepción absoluto, que los tribunales ignoran, el gobierno impulsa y mantiene para consolidar su agenda legal y social para aplastar a la oposición, no hacen sino confirmar que las Instituciones han dejado de ser res publica para convertirse en marionetas instrumentalizadas por intereses grupales, aupados en partidos políticos, que consolidan y contaminan las mismas sometiéndolas a sus designios, que son siempre -sí, siempre. Porque no se confundan, nada es gratis en esta vida- contrarias a los intereses públicos. Y eso sin obviar el impresentable papel del emérito Rey.

Igualmente resulta revelador que lo expuesto es compartido y justificado por los medios. Se habla de “mayor o menor” cultura democrática, o “déficit democrático” tradicional perversión del lenguaje, pero ocurre que la democracia es un juego con reglas claras y absolutas. Al igual que sólo se juega al ajedrez si se respetan todas las reglas, o sólo se tiene covid si es en su totalidad, la democracia sólo puede existir como un todo.

Por tanto, sólo queda decir que ya no existe la democracia, sólo existen los demócratas

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